Relatos
de Edgar Allan Poe:
“El rey Peste” es un relato en el que Poe
utiliza la peste, en concreto el impresionante brote producido entre Londres
entre los años 1347 y 1353 durante el reinado de Eduardo III, como escenario
idóneo para la descripción de un lugar fantasmagórico, en el que los
protagonistas (dos marineros borrachos,) entran a un lugar al cual estaba
prohibida la entrada por el riesgo de contagio. Cuando entran, mientras caminan
pisan calaveras y sienten como sus pies se hunden en la carne descompuesta de
los cadáveres, se encuentran con un extraño grupo de personas, infectados por
la enfermedad, que les persiguen bajo la orden del rey Peste I, señor de
aquellas tierras. Después, bajo los efluvios del alcohol, comienzan a hablar
con ellos y se dan cuenta que están en un lugar en el que no deberían estar, ya
que esas irreales personalidades intentan arrebatarles su salud y vida aunque
consiguen huir.
Seguidamente, encontramos “La máscara de la muerte roja”, en el que Poe también utiliza la
peste, pero no la negra, sino otra que parece de su invención y que tiene
como principales síntomas una increíble
explosión de sangre y un progreso imparable que acaba con la vida del afectado
en menos de media hora. Así los
refugiados del príncipe protagonista ven como la enfermedad llega en forma de
un disfraz calavérico sin cuerpo, invadiéndolo todo, acabando con la música y
la diversión en todas las salas en medio de explosiones de sangre y súbitas
caídas. A través de estos dos cuentos, El
rey peste y La máscara de la Muerte
Roja, observamos el claro interés que sentía el escritor por esta
enfermedad, su importancia histórica y la capacidad devastadora de sus síntomas
y contagio, los ideales para la invención de cuentos de terror.
Otra enfermedad que debió de fascinar a Allan Poe
fue la catalepsia porque se transformó en otro de sus temas recurrentes en sus
escritos, “El entierro prematuro” es
el mayor ejemplo. A través de la descripción de casos supuestamente reales,
incluso aparece una referencia a un artículo de una revista médica, el narrador
nos explica qué es esta enfermedad y cuáles son los problemas que trae el
padecerla. Los indicios de la misma también son descritos minuciosamente:
desaparición del pulso, rigidez del cuerpo entero, palidez cadavérica y plena
conciencia del afectado durante todo momento, cosa que nos hace pensar que
quizás se informó sobre la catalepsia a través de algún libro o profesional
sobre el tema aunque es casi imposible poder asegurarlo.. También aparecen los
médicos en este escrito a través de una de las costumbres más extendidas
durante el siglo XIX en las facultades médicas de Inglaterra: el robo de
cadáveres para el estudio. Finalmente, el cuento tiene un final con un cierto
tinte metafísico, con la aparición de algo parecido a una experiencia
ultraterrenal por parte del narrador que padece catalepsia. Aunque no se detiene
aquí, porque esta también aparece combinada con la epilepsia en “Berenice”, es la protagonista con el
mismo nombre la que sufre estas dos enfermedades que acaban por llevarle a la
tumba y ser despojada de sus dientes por parte del otro protagonista que también
padece un transtorno que no es descrito. Tan solo sabemos que la padece desde
pequeño y que probablemente se trate de una enfermedad mental porque es este el
que le empuja a cometer el acto de desenterrar a Berenice y quitarle su
dentadura, siendo inconsciente del
hecho. La enfermedad parece empujar a
los protagonistas a finales poco
deseados y experiencias desastrosas, situación que se repite en “El caso del señor Valdemar”, donde la
tuberculosis hace aparición como condición indispensable para que el
protagonista pueda hacer la prueba de realizar pruebas de hipnosis con una
persona al borde de la muerte, aunque también con pésimos resultados.
Los transtornos mentales también interesaron mucho
a Poe y aparecen en muchos relatos: “El
corazón delator” es un buen ejemplo, el asesino protagonista acaba
descubriendo su crimen por culpa del latido de un corazón muerto, uno que solo
está en su mente. Son indicios que nos recuerdan a la esquizofrenia, enfermedad
que algunos biográfos del autor dicen que tenía, e incluso el protagonista se
define a sí mismo como un loco. Igual que
en “El gato negro” donde
además de un claro transtorno mental del protagonista también aparecen dos
elementos a tener en cuenta: el alcohol y el opio. Las drogas que llevaron a Poe
a la muerte a través de un camino lento y sinuoso, son las mismas que empujan
al personaje a cometer actos terribles como matar a su esposa y esconderla
dentro de una pared. Personalidades transformadas, conductas violentas y
empujadas por un brote de locura que parece ser consecuencia de una enfermedad
anterior son temas que el autor repite constantemente, además de la muerte de
la mujer que aman de los personajes, situación análoga a la que le tocó vivir
cuando su esposa falleció por culpa de la tuberculosis.
Porque Edgar Allan Poe sufrió la enfermedad en sus
propias carnes a través de un estilo de vida que le llevó a la muerte, una vida
llena de penurias, dificultades económicas y constantes desengaños que le llevó
a acabar falleciendo en un acceso de delirium
tremens y con sífilis y con una mente llena de claros síntomas de un trastorno
bipolar que le llevaron a pronunciar frases como: “Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura”.
Aunque también sufrió la enfermedad alrededor suyo, con la muerte de su madre y de la mujer que más quiso por
culpa de ella. Poe quizás solo utilizó las patologías para dotar a sus obras de
un tono profundo y terrorífico, casi deformado, pero sin duda alguna, también
las utilizó porque se convirtieron en algo constante en su vida y una vía para
expresar la constante desilusión en la que su existencia se basaba.
Es por eso que tras la lectura de algunos de sus
cuentos podemos llegar a la conclusión de que, respecto a las enfermedades, Poe
siempre las utilizó como un elemento para hacer llegar el terror al corazón del
lector, como un medio para conseguir hacernos dar cuenta de una de las partes
más oscuras de la existencia humana: el momento en que la vida comienza a
deformarse y desaparecer entre síntomas, enterrada bajo un manto de
putrefacción y llevándose consigo a cualquiera que se ponga delante.